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EL ALMA DE UNA NACIÓN – CALA

El alma de una nación

MINNEAPOLIS, MN. Por Ismael Cala

Esta semana, las imágenes de redadas, protestas y la militarización de barrios enteros en Los Ángeles —y en otras ciudades de Estados Unidos— nos han removido las entrañas. Las sirenas suenan como ecos de un miedo que creíamos haber superado. Pero no, el miedo regresa cuando olvidamos que detrás de cada estadística migratoria hay un rostro, una historia, una familia.

Muchos de los que hoy son perseguidos como si fueran amenazas son, en realidad, los mismos que construyen este país con sus manos, su sudor y su determinación. Yo mismo soy parte de esa historia. Llegué a Estados Unidos con una maleta cargada de sueños, con ganas de aportar, de trabajar con dignidad y construir un presente mejor. Como millones lo han hecho.

Es fácil caer en narrativas de división cuando olvidamos algo esencial: ningún ser humano es ilegal. Y nadie debería ser criminalizado por el simple hecho de buscar una vida más segura, más justa, más libre.

Las redadas, las deportaciones masivas, el miedo instalado en las calles, no solo dañan a quienes las sufren directamente. Erosiona el alma de un país. Porque una nación que no protege a los más vulnerables, que olvida su origen diverso, que cierra el corazón a quienes llegan con esperanza, está, sin saberlo, negando lo mejor de sí misma.

Estados Unidos fue edificado por inmigrantes. Desde sus raíces más profundas hasta su innovación más reciente. No hay empresa, arte, ciencia o barrio en este país que no lleve la huella de alguien que un día llegó de lejos con el alma abierta y las manos dispuestas. Eso no es una amenaza. Eso es una bendición.

Hoy más que nunca, el liderazgo verdadero no se mide por fuerza ni por control, sino por la capacidad de mantenernos humanos en medio del caos. Hacemos un llamado a todos los líderes —políticos, comunitarios, empresariales— a mirar más allá del miedo y del ruido. A liderar desde el amor, no desde el prejuicio. A recordar que quien construye puentes, nunca será enemigo de nadie.

La historia juzgará estos días. Y mi esperanza es que los recordemos como el momento en que decidimos actuar desde la compasión, no desde el castigo.

Porque al final, lo que construye verdaderamente un país no son sus leyes. Es la manera en que tratamos a quienes tienen menos poder, menos voz, menos protección. Y en eso, todos somos responsables.

www.IsmaelCala.com


 



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