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VIVIR EN VILO Y CON RESPETO BAJO EL VOLCÁN DE FUEGO EN COLIMA

Vivir en vilo y con respeto bajo el volcán de fuego de Colima

MINNEAPOLIS, MN

Vivir con respeto y en vilo es parte del día a día de la población que reside y trabaja bajo el Volcán de Fuego de Colima, el más activo de México con sus 40 violentas erupciones desde 1576.

La última, en enero de 2017, produjo gases lanzados a tres kilómetros de altura y medio kilómetro de lava durante una semana de intensas erupciones.

Este volcán está ubicado en los limites de los estados de Colima y Jalisco con una altitud de 3.960 metros sobre el nivel del mar y se encuentra muy cerca del Volcán Nevado de Colima.

Desde la época prehispánica, los pobladores que viven bajo este volcán han aprendido a trabajar y sobrevivir vigilándolo de manera constante, mientras unos pocos lo utilizan también como método de sanación.

“Los viejos le tienen un profundo respeto y temor al volcán”, cuenta Juan Ignacio Martínez de la Rosa, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de Colima.

En la época prehispánica, los habitantes de Colima tenían un sentimiento de asombro y respeto hacía el volcán, le presentaban ofrendas como a un dios”, asegura Martínez de la Rosa mientras muestra a Efe los restos arqueológicos del Parque de la Campana.

TESOROS ARQUEOLÓGICOS

Con el volcán al fondo, los restos arqueológicos están dispuestos como un gigantesco altar con piedras y formas geométricas.

“El volcán fue el eje de la cultura con sus rituales y formas de vida en esta zona, donde ahora se ubica el Parque de la Campana”, agrega Martínez de la Rosa.

Los restos más antiguos de los hallazgos prehispánicos datan de hace 3.500 años, sin que haya pruebas fehacientes de los sacrificios humanos que se hacían al volcán.

“No se tienen datos precisos, pero se saben que existían. Hay un Mictlán, el inframundo, con sus nueve escalinatas, y una plaza que apunta a sacrificios”, afirma el antropólogo.

El sacrificio como forma de relacionarse con la furia del volcán en Colima llega hasta nuestros días en forma de Plaza de Toros.
La Petatera, el coso taurino desmontable desde hace 163 años, se erigió como ofrenda a San Felipe para que este protegiera a los pobladores de Colima de los desastres naturales.

En La Becerrera, La Yerbabuena y otras poblaciones, ubicadas a 8 y 12 kilómetros del volcán, viven y trabajan sus pobladores con el café y el ganado como sus principales fuentes de ingresos.

“Me crié en la Yerbabuena, sí da miedo, a veces, pero estamos acostumbrados. Me arriesgaría incluso a vivir arriba, más cerca del volcán”, afirma Isabel Ramírez, jornalera.

“La verdad es que no veo peligro, si hay que evacuar se hace”, asegura Jesús Michel Cubián, apicultor, y que trabaja a apenas 7 kilómetros del volcán.

CENTRO TURÍSTICO Y MÍSTICO

El Volcán de Fuego, rodeado de bosques de encino, oyamel y pino, genera también una atracción mística encauzada ahora en terapias de sanación por los denominados chamanes.

“Mi forma de sanar se la debo a él, es un ser energético”, explica El Tata Chimino, una eminencia de la sanación, al referirse con respeto al Volcán de Fuego.

“Cuando entré en lo ancestral los mayores me dijeron que era un guardián del volcán. Empecé con los temascales y de ahí a las limpias con un método que funciona y se lo agradezco él”, agrega El Tata Chimino.

“Tengo 73 años y sigo subiendo. Ahora está descansando pero me gusta más cuando está activo, por mucha modernidad que haya no hay mejor visión”, agrega.

Las tareas de Antonio Alonso Oseguera son bien distintas. Llegó hace 42 años para hacer abrevaderos y apicultura.
El volcán nos ha beneficiado, hemos aprendido a pesar de la arena y la ceniza”, afirma.

Los cultivos de Antonio forman una maleza selvática que rodea los espacios ceremoniales.

“Las autoridades nos presionaron para abandonar porque querían hacer tres hoteles de lujo. Presenté un amparo y le gané al anterior gobierno del Estado. El volcán genera beneficios, pero también codicia” , explica Alonso Oseguera.

La presencia de unas pocas propiedades de lujo en los alrededores forma parte del paisaje.

“Aquí vienen de todos los países a purificarse. Hace 18 años encontré la luz del lugar, cuando estaba en la oscuridad caí enfermo, vivía desesperado”, insiste El Tata Chimino.

“Encontré -prosigue- eslabones donde empecé a aprender todo el movimiento de energía del volcán. Está liberando nuestras energías negativas. Mi trabajo apoya a las gentes que vienen con problemas”.

Tata Chimino se muestra dichoso ante la posibilidad de morir bajo el volcán.

“Sería un honor. El volcán mata inocentemente, sería diferente mi trascendencia, la gozaría más”, concluye con la mirada fija en el Volcán de Fuego de Colima.


 


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