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TEATRO: CYRANO DE BERGERAC EN EL GUTHRIE. DE NO PERDERSE

Un clásico con Cyrano, un generador de palabras e ideas hermosas se presenta en el teatro Guthrie de Minneapolis.

MINNEAPOLIS, MN

La historia es de sobra conocida. Prácticamente de principio a fin.

Se trata de la corroboración de lo que, cuando niños y adolescentes, solíamos aprender: “verbo mata carita.” Esa es, condensada, la historia del poeta, del escritor, del romántico y acomplejado Cyrano. Un generador de palabras e ideas hermosas, convincentes, directas, que no cualquiera puede llegar a emplear. Ese escritor que acaso se refugia en la palabra, para manejar lo que él mismo considera su fealdad. 

Es Cyrano, el personaje clásico de Edmond Rostand, quien representa la posibilidad de lo imposible: que un personaje de palabra fácil, profunda e irrenunciablemente enamorado de Roxana, prese sus palabras a Christian, quien posee la virtud de la belleza física, pero adolece de la capacidad de expresar sus pensamientos y sentimientos. 

La adaptación de Joseph Haj, quien dirige la puesta en escena en el Guthrie, nos brinda una propuesta ágil, acaso demasiado fácil de digerir, pero que nos lleva en dos actos al drama y la reflexión que implica la idea misma de Cyrano de Bergerac. Poco de lo que se diga podría hacer justicia a la impresionante y poderosa actuación de Jay O. Sanders, quien personifica a Cyrano. Sanders interpreta de forma convincente al poeta, y nos obliga a sentir la frustración que provoca su sacrificio. Nos lleva a reconocer el valor del mismo, especialmente cuando el propio Christian, interpretado por Robert Lenzi, confiesa que el amor de Roxana no se dirige a la persona que es él mismo, sino a las palabras que Cyrano compone para el amante. 

Jennie Greenberry, con una presencia obvia y necesaria en el escenario, ofrece una interpretación de Roxana que sin duda enriquece la trama entera. Llega incluso a ser la protagonista principal, en el momento de la transición entre la vida y la muerte, la muerte física, la de la belleza que ocurre a Christian, y la del verbo, la de la transmisión de la belleza universal, en el propio Cyrano. La realización, el reconocimiento del quebranto, de la división emocional que vive Roxana, es poderosamente expuesta al espectador, por parte de Greenberry.

Rostand escribió la historia de Cyrano para ser presentada por primera ocasión un 28 de diciembre del año 1897. Siendo formado como abogado, Rostand presenta un discurso rico en parábolas, que se ha convertido en un ícono teatral, pero que ha sido igualmente reproducido en formatos diferentes, incluido el cinematográfico. Y eso parece quedar latente en la dirección de Haj, quien aprovecha en forma excelente el foro del McGuire Proscenium Stage, con una coreografía y una decoración que dan la impresión de ser un set cinematográfico. 

Habrá que reconocer el trabajo realizado por McKay Coble, quien es la diseñadora escénica, y que ha trabajdo en filmes tan famosos como The Cotton Club, Indiana Jones y el Templo de la Perdición, Sikwood. Pero que también tiene una larga lista de participaciones en obras teatrales en Broadway. 

Se trata de una obra de teatro completa, intensa, disfrutable de principio a fin, y que deja un gusto exquisito al final de la misma. Una obra que no debemos dejar de ver, y que se encuentra en el teatro Guthrie hasta el 5 de mayo. 




 

 


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